-Imaginate dar 160 vueltas ahí. ¡Me vuelvo loco!
Maximiliano Richeze suelta una risa. El Polideportivo del barrio de Bella Vista, en el partido de San Miguel, cuenta con un velódromo que para todo amante del ciclismo es un bálsamo. Sin embargo, su régimen de entrenamientos diarios, en los que debe recorrer más de 150 kilómetros, le hace imposible limitarse a un trayecto tan corto. Lo lamenta, porque reconoce que el circuito «está muy lindo».
Richeze, campeón argentino, oro panamericano y participante del Tour de France en uno de los mejores equipos del mundo, sabe que en aquel predio, al final de la calle Francia, muchos despuntan el vicio de las dos ruedas. Gran parte de ellos ataviados como verdaderos profesionales. Desde el aspecto visual, claro. Porque la realidad indica otra cosa. Pese a la enorme cantidad de practicantes, el ciclismo en argentina es principalmente amateur.
«Acá lamentablemente es todo muy costoso. Si pensás en el nivel más alto de competición, una bici te sale de 10 mil dólares para arriba. Una cubierta sale 6 mil pesos y se te puede romper en la primera esquina. ¿Y qué hacés? Los sueldos acá son básicos: o comprás la bicicleta y no comés, o comés y no te comprás la bicicleta. Es muy complicado. Nosotros tenemos siete bicicletas y si se nos rompe algo lo paga el equipo. Pero ¿cómo llegás hasta ahí? Haber llegado adonde llegué, lugares que veía de chico en la televisión y los soñaba, y poder vivir de esto, me hace sentir privilegiado», asegura.
Él llegó. Para ello, en medio del trayecto debió meter un cambio de rumbo. A los 36 años, desde hace cerca de un lustro es por consideración unánime uno de los mejores lanzadores del mundo. Su trabajo consiste en llegar al último tramo de las carreras entre los líderes y atacar cuando se acerca la meta, pero poco antes de llegar, debe resignar su posición para que su compañero designado cruce la meta en primer lugar.
«Es raro: corremos en equipo pero cuando el equipo gana, en realidad gana uno solo, que no suelo ser yo. Particularmente, cuando lanzo y veo a mi sprinter (velocista) ganar, yo me siento orgulloso y sé que soy parte de ese triunfo. Muchas veces te pasa que te sentís muy bien y el lanzamiento se extiende más allá de lo previsto, con lo que prácticamente le servís la victoria a tu compañero. Pero en definitiva, para eso está uno en el equipo», explica.
-¿Cómo fue el proceso hasta aceptar ese rol?
-Llegó un punto en que me di cuenta de que para seguir siendo profesional tenía que buscar otro camino. Corriendo al 100% yo ganaba 3 o 4 carreras al año y para muchos equipos eso no sirve, porque buscan velocistas que ganen 10 o 15. Entre 2014 y 2015 uno de los que me habló fue Joxean (Fernández) Matxín. Lo tuve como director técnico en el equipo Lampre y me dijo que me veía mucha capacidad para lanzar. Hablamos de que así mi vida profesional se alargaría mucho más y tendría más satisfacciones que intentando ganar algunas carreras. Ahí empecé a cambiar un poco la mentalidad, algo que no es fácil porque uno siempre quiere ganar. Pero vi que también me gustaba y me salía bastante bien.
-Y hoy sos, a los 36 años, uno de los mejores del mundo en lo tuyo. ¿Por dónde pasa la vigencia?
-Cuando empecé de chico, entrenándome con mi papá y con amigos más grandes, me enseñaron a sacrificarme. Ya no soy joven para lo que es el ciclismo, pero mantenerme en este nivel tiene que ver con eso: los sacrificios, la constancia y la buena conducta de todos los años. En este deporte, uno cosecha ahora lo que sembró 10 años atrás. Y el apoyo de mi familia también es muy importante, porque te permite estar focalizado en lo tuyo.
-Decís que ya no sos joven para el ciclismo. ¿Le pusiste una fecha límite a tu carrera o vas a ir viendo cómo te sentís sin planificar nada?
-Sí, este año le puse fecha. Entre las charlas de los mánagers para renovarme y las luchas a la hora de firmar el contrato, surgió el tema de la edad y ahí me di cuenta de eso. Yo me siento muy bien en la bici, y siempre me sentí joven, porque además mi rendimiento no bajaba. Pero este año, esa pelea de los contratos me afectó un poco y me senté a plantearme hasta cuándo correr. Llegué a la conclusión de que, en un 80%, estos dos años por los que firmé contrato serán los dos últimos que corra. En caso de seguir, podría ser un año más, o sea tres en total, como mucho. Así que no llego a los próximos Juegos Olímpicos; me quedan muy lejos y debería estar muy bien psicológicamente porque la cabeza influye mucho y el desgaste es muy grande. Ya estoy en el final de mi carrera y me gustaría retirarme con un buen nivel, no pasar desapercibido o que el último año sea desastroso.
Los Juegos Olímpicos
Argentina tiene sólo un cupo para el ciclismo en Tokio 2020. Además de Richeze, hay otro representante albiceleste en los primeros planos internacionales: Eduardo Sepúlveda. Por eso, la duda respecto a cuál será el competidor del país en la cita olímpica. Duda que el bonaerense se encarga de dejar prácticamente zanjada.
«Como somos los únicos dos corriendo en Europa, cuando hay algún torneo importante como Mundiales o algo así tratamos de charlar y ver a quién le conviene más -explica Maximiliano-. Intercambiamos opiniones y hablamos también con el entrenador de la Selección. Me gustaría que cambiara un poco cierta mentalidad que tenemos acá; algunos piensan que como hice la mayoría de los puntos que nos clasificaron, tengo que competir yo. Y no es así: yo los puntos los gané para mi país. Si él en un 80% de sus condiciones puede andar mejor que yo al 110%… Creo que habiendo mucha montaña y siendo un circuito que se adapta más a sus características, lo mejor es que vaya Edu«.
Los fantasmas del doping en el ciclismo
-El ciclismo es uno de esos deportes que suele estar mirado de reojo por las situaciones de dopaje. Incluso tuviste que probar tu inocencia en su momento. ¿Sentís que hay prejuicios o que están perseguidos?
-No. Sabemos que siempre nos miran medio torcido, pero el ciclismo hoy en día es el deporte más controlado. Nuestro deporte se buscó ese control por todos los errores que se cometieron en el pasado, pero hoy trabajamos con la WADA (Agencia Mundial Antidopaje), tenemos el sistema Adams y estamos súper controlados. Tratamos de combatir el dóping porque si no, el ciclismo iba a morir. Siempre hay casos, obvio, pero es una muestra de que los controles se hacen y que son muchísimos. En el Tour de France, por ejemplo, hemos hecho más de 15 controles cada uno, es decir casi todos los días. De sangre y de orina; muchos, sorpresa, con el pasaporte biológico… Creo que logramos recuperar algo de esa credibilidad que habíamos perdido. Creo en el ciclismo limpio y que los controles funcionan. Vamos por el buen camino.
-¿Cuántos controles te pueden hacer en un año?
-Y, entre carreras y tiempo fuera de competición, estamos cerca de los 30 o 40 controles por año. En medio de las etapas a veces se sortean, cuando estamos en los hoteles, a la mañana temprano o por la noche… A veces veo que hacen un escándalo porque a un equipo de fútbol le van a hacer controles sorpresa. ¡A nosotros nos pasa todo el tiempo! Repito: entiendo que nos lo buscamos, pero lo aceptamos porque queremos un ciclismo creíble. Para nosotros es normal y lo veo bien porque eso emparejó mucho el nivel; hoy ves quién se entrena mejor, quién hace mejor vida de deportista. Hoy tiene éxito el que más se cuida y más se entrena.
Dejar a la segunda familia
Después de cuatro temporadas con el equipo Quick-Step, Richeze firmó con el UAE Team, en el que volverá a encontrarse con un viejo amigo: el colombiano Fernando Gaviria, uno de los mejores del mundo.
-¿Qué dejás atrás con la salida del Deceuninck-Quick Step?
-Un montón de amigos, sobre todo. Un gran grupo, que para mí es mi segunda familia porque conviví mucho con ellos, y estoy seguro de que sobre todo dejo al mejor equipo del mundo. Aprendí muchísimo ahí, crecí en estos cuatro años y hoy soy el que soy gracias a haber sido parte de él.
-¿Y ahora cuáles son las expectativas y objetivos con el UAE?
-Lo principal será volver junto a (Fernando) Gaviria. Es la razón principal de mi contratación: llevarlo a su mejor nivel para que vuelva a ser el corredor que fue hace dos años. Cuando corrí con él teníamos muy buena sintonía y para ambos fueron nuestros mejores años. También quieren que le aporte mi experiencia a los jóvenes del equipo, que quiere llegar a ser el mejor del mundo, se está renovando fuerte y se quiere ganar el ranking del World Tour. No va a ser nada fácil: vamos a tener que competir contra el Deceuninck, que para mí es el mejor de todos.
-¿Volver a competir junto a Gaviria es reencontrarte con el ciclista con el que mejor te entendiste?
-Sí, sí. Con él, además, tengo una relación de amistad. Entramos juntos al equipo, éramos dos sudamericanos con cero inglés… Sabíamos que íbamos al mejor equipo del mundo pero bueno, medio que nos encontramos los dos perdidos (risas), así que de entrada nos acercamos. Cuando empecé a correr en el equipo yo lanzaba más al alemán Marcel Kittel, pero teníamos diferentes puntos de vista respecto a las carreras y el sprint, entonces el equipo me acercó más a Fernando para guiarlo. Ahí afianzamos la amistad y en la bici nos entendimos muy bien. Él confía mucho en mí, sabe que me muevo bien y eso nos llevó al éxito que tuvimos. También me entendí muy bien con Elia Viviani, que es una grandísima persona; él ahora también cambió de equipo y me ofreció ir con él. Me dolió decirle que no, pero ya me había comprometido con el UAE. Es uno de los compañeros que más voy a extrañar porque en muy poco tiempo nos llevamos muy bien.
Info: Clarín
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