Como suele suceder antes de cualquier estreno, las enormes expectativas que había despertado la primera entrega del documental preparado por ESPN sobre la figura de Lance Armstrong decepcionó en buena medida al no desvelar ningún gran secreto sobre el pasado del americano.
El programa, en el que Armstrong aseguró que daría “su verdad” sobre sus años como gran dominador del pelotón internacional –sobre la bici y también fuera de ella– dejó, eso sí, algún titular interesante, pero lo cierto es que, bien porque ya está todo muy contado o porque el texano no ha querido, al menos en esta primera parte, dar nuevos detalles, la cosa supo a poco para muchos de los que esperaban nuevos e importantes bombazos.
Quizás, la parte más llamativa del programa fue cuando, al ser preguntado si fue difícil tomar la decisión de tomar EPO tras haber superado un cáncer que casi le cuesta la vida, Armstrong aseguró que no.
En cualquier caso, independientemente de las pocas o muchas revelaciones que termine sacando a la luz este documental, Lance es un producto audiovisual muy interesante ya que cuenta con imágenes de la infancia y juventud del exdeportista y con los testimonios de personas, conocidas y anónimas, que fueron forjando al personaje.
Como ya se supo la pasada semana, Armstrong explica en este documental que comenzó a recurrir al dopaje “de bajo nivel, como la cortisona”, a los 21 años, una época en la que, asegura, otros ya hacían uso de dopaje de “alto nivel” como la EPO.
En concreto, Armstrong apunta al Gewiss-Ballan de Berzin, Bontempi, Ugrumov o Furlan, entre otros. “Aquel equipo lo entrenaba Michele Ferrari y dominaron todo”. En otro momento, Armstrong apunta a que el año que lo cambió todo fue 1993. “La plaga se estaba extendiendo desde mediados de los años 80, pero en ese momento todo el mundo tenía miedo. Nos decían que se podía morir por usar EPO. En 1994, como campeón del mundo, me pateaban el culo todo el tiempo, pero en Motorola decidimos no hacer uso de esos métodos todavía”.
Luego Armstrong decidió ponerse en manos de Michele Ferrari. “Tenía fe ciega en él. Hacía todo lo que me decía. Glóbulos rojos son todo lo que necesitas, me dijo”, explica ahora el texano que añade que aquello no sólo le convirtió en otro atleta, sino también en “otro hombre”.
Como ya se supo también antes del estreno, Armstrong explica en esta primera parte del documental de ESPN que “no sé si el cáncer pudo ser consecuencia del uso de sustancias dopantes, pero no puedo decir que no”. Sin embargo, y pese a que los médicos apenas le dieron entre un 20% y un 50% de posibilidades de sobrevivir, el excorredor se muestra muy seguro a la hora de contestar a la pregunta de si fue difícil, una vez de vuelta en el pelotón, tomar la decisión de consumir EPO.
“No. Sé que esta respuesta no va a ser muy popular, pero en muchos sentidos la EPO es una droga segura siempre que se use con moderación, en cantidades limitadas y bajo la supervisión de un médico profesional. Hay muchas cosas más peligrosas que meter en tu cuerpo”.
Info: Ciclo 21
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