Chris Froome tuvo que volver a apagar el incendio que provocó, un día más, el equipo AG2R. Un problema mecánico le hizo todavía más complicado salvar un día que por momentos rozó el caos. El británico no se puso nervioso y reaccionó a tiempo ayudado por sus compañeros, especialmente Mikel Landa, al que pararon para que entrara de nuevo en el grupo. El vasco, no obstante, pierde su quinta plaza en detrimento de Daniel Martin en un día donde se impuso Bauke Mollema en meta y donde Nairo Quintana, hundido, dijo adiós a sus opciones en esta edición.
El chubutense Eduardo Sepúlveda (Fortuneo – Oscaro) finalizó 98º en la etapa y se ubica 70º en la general.
Un día más en la oficina para Froome, y de los complicados. Porque por momentos el AG2R puso el Tour patas arriba. Y no es la primera vez en esta edición. Entre los ataques de Fabio Aru y los destrozos del equipo francés, al británico le está saliendo el Tour más complicado de su carrera. A estas alturas de la prueba, otros años, ya tenía muy enfilada la victoria. Sin embargo, esta temporada la historia es bien distinta. Ni siquiera la suerte corre de su lado.
Después de que su Sky controlara todo el día el pelotón, con una escapada del día que no suponía ningún problema y a la que dejaron hacer, el líder vio cómo todo se complicó en el penúltimo puerto de día, el Col de Peyra Taillade (1ª). Allí fue donde un espectacular AG2R, en bloque, abrió fuego y la carrera ardió. El pelotón se cortó pronto y cogió despistado al líder de la general, que luego sufrió un problema mecánico en su bicicleta, que tuvo que cambiar con su fiel Michal Kwiatkowski.
Un enorme contratiempo que puso en apuros su maillot amarillo. Henao y Kiryienka se pusieron a tirar de su jefe de filas mientras Mikel Landa, la segunda baza, rodaba en el grupo de rivales. El vasco estuvo atento en el corte y se mantuvo a la espera de órdenes.El Sky puso la directa y empezó a recortar distancias con sus rivales, que no atacaron cuando su gran rival estaba contra las cuerdas. Nadie quería gastar más fuerzas de las necesarias pese al día de descanso de mañana. Ya sin gregarios en las últimas rampas del duro puerto, Froome lo tuvo claro. Le quedaba una bala, la de Landa, y no dudó en gastarla. El vasco, muy obediente, no quiso problemas y se descolgó para tirar de su jefe. Su aparición fue como agua bendita para Froome, que terminó apagando con ella el incendio que se había montado a su alrededor.
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