“Me gustaba mucho escuchar la carrera. Pero no tenía la posibilidad de practicar el ciclismo, porque veía más o menos. Me llevaba las cosas por delante. Andaba solo en bicicleta y chocaba los autos estacionados. Hasta que un día dije ‘no puedo más’ y agarré un bastón blanco. Y el día en que agarré un bastón no me paró nadie”, cuenta Alfredo Ramón Tejada (50 años) mientras vende golosinas en el microcentro sanjuanino.
La oscuridad es su luz y el límite no es prohibición. Alfredo entrega su mirada desde el corazón. Es el hombre que en la vereda de calle Laprida pasando General Acha le pone el pecho a la vida, mientras vende bajo el cielo cerrado de algún día lluvioso de invierno o el sol de pleno enero, siempre con una sonrisa. Tejada nada contra esa corriente que le dice que no puede.
“SOY NO VIDENTE Y TRABAJO COMO CUALQUIERA. MIS PADRES ME ENSEÑARON ESO. NO ME VEO PIDIENDO EN LA CALLE”
Alfredo no nació para campeón, pero subió al podio contra todos los pronósticos. Gana cada día la carrera de la vida. Su placer fue también, por ejemplo, escuchar cómo rodaron sobre el pavimento sanjuanino las bicicletas de Peter Sagan o Nairo Quintana.
El ciclismo
“Yo practico ciclismo adaptado. Mi categoría es tándem masculino. Son bicicletas dobles, de competición. El chico que me lleva -el guía- va adelante, es mis ojos en la carrera. A esto lo practico en forma competitiva desde hace muchos años”, dice el hombre de lentes negros y gorra con la visera prolijamente ubicada hacia adelante.
Desborda de alegría cuando recuerda sus logros y cuenta que fue “campeón y subcampeón argentino en ciclismo. He conocido varias provincias, a las que viajé representando a San Juan, compitiendo con gente de todo el país”.
“SOY COMO CUALQUIER CHICO DE ELITE QUE ANDA EN BICICLETA, YO LO HAGO TAMBIÉN”
Recuerda que “todo empezó de manera recreativa. Pero tenía condiciones para hacerlo en forma competitiva. Soy como cualquier chico de elite que anda en bicicleta, yo lo hago también”.
Fue campeón argentino de ciclismo adaptado “en San Luis, en la categoría 4.000 metros persecución. El sólo hecho de ir representando a la provincia, con la camiseta de la Selección Sanjuanina, es un orgullo muy grande”.
“Ganar una carrera es un premio grande a todo el esfuerzo. A veces nos pasamos muchas horas arriba de la bicicleta con mi compañero, que pone su esfuerzo para ayudarme a competir. Nosotros -lo ciclistas no videntes- depositamos en los ojos de ellos -los guías- nuestra confianza”, explica el campeón.
La superación
Alfredo Tejada -como dice De Amar, de La Vela Puerca– tal vez no nació para vencedor. Pero su ángel lo llevó a pasar metas impensadas. El ímpetu y la falta de respeto a las convenciones terminaron por torcer el destino.
El hombre espera en su puesto de trabajo independiente. El laburante busca llevar el pan a su casa de Villa Ramos, en Chimbas. El deportista va cumpliendo anhelos y superando metas impensadas.
El hielo de julio o el fuego de los eneros de San Juan no frenan sus ganas. La imagen de su padre ferroviario y eterno trabajador lo acompaña como aliento en esa trincheradesde la que le declara la guerra al tiempo, y a los murallones que se levantan impávidos en la vida de los seres humanos.
“SOY UN CIEGO REHABILITADO QUE ME SIENTO ÚTIL PARA LA GENTE”
“Mi día empieza muy temprano. Voy al gimnasio de 7:30 a 9:30. Vengo a trabajar al centro hasta las 13. Después almuerzo y si tengo que salir a entrenar en la bici, lo hago de 14 a 17. Vuelvo a mi casa. Después voy a trabajar otra vez y termino a las 21:30”, enumera Tejada.
“Como buen jachallero que era mi padre, me inculcó trabajar. Y a mí no me interesa no tener vista. Soy no vidente y trabajo como cualquiera. Mis padres me enseñaron eso. No me veo pidiendo en la calle. Le ofrezco algo a la gente y si ellos me quieren comprar, lo hacen. Mi trabajo es convencerlos para que me compren”, dice con dignidad.
Alfredo asegura que se siente “como cualquier comerciante, como cualquier dueño de negocio, como cualquier chico que anda vendiendo medias”.
El hombre aclara que les inculca a sus tres hijos que “no importa que haya perdido la vista, porque tengo mis manos y mis pies sanos. Si un ciego no está rehabilitado no puede ingresar a la sociedad como una persona útil. Y yo soy un ciego rehabilitado que me siento útil para la gente y me siento como cualquier otra persona”.
Sus hijos
Daiana tiene 28 años, Eliana 24 y Nahuel 21. Los chicos crecieron viendo cómo su papá salía temprano a la calle para que ellos pudieran buscar sus futuros. Fueron cobijados por ese padre que no conoce demasiado sus caras, pero sí sus almas.
“Mis hijos trabajan y estudian y me dan el apoyo de siempre. Tampoco les digo que me acompañen a todos lados. Yo me manejo solo. Algunas cosas se las pido a ellos. Pero saben que yo salgo a trabajar, salgo a andar en bicicleta. Y yo sé que voy a volver a mi casa y voy a seguir siendo el mismo padre para ellos”, cuenta con orgullo.
ALFREDO PUEDE VER MUCHO MÁS QUE LO QUE ALGUNOS CORAZONES ABARROTADOS DE AMBICIÓN PIERDEN EN SUS DEPRESIONES.
Tejada agrega que “por ahí es una dificultad para ellos que tengan un padre no vidente, pero lo entienden así. Hacen su vida normal, como cualquier otro chico”. Él siempre los apoyó en sus estudios, desde su lugar de comerciante callejero, de hombre común, pero a la vez campeón.
La vida es un juego y si se vive así, como si los obstáculos fueran parte del sarcasmo que ofrecen los días, el camino es más llevadero. En calle Laprida, Alfredo muestra que no hacen falta ojos para percibir el valor de la vida. Él puede ver mucho más que lo que algunos corazones abarrotados de ambición pierden en sus depresiones.
“SE ME ACORTÓ LA VISIÓN Y DESDE AHÍ PARA MÍ TODO ES BLANCO O ES NEGRO. NO HAY COSAS QUE SE MUEVAN. NO HAY NADA”
Dejar de ver
“Yo nací con problemas de vista. Estudié y aprendí a leer y a escribir como cualquier gente que ve. Pero con limitaciones. Leía todo desde muy cerca. Y como mi enfermedad no tiene remedio, porque tengo poca irrigación de sangre en los ojos, mi nervio óptico se fue secando a medida que iba pasando el tiempo”, recuerda, seguramente con algo de dolor.
“Y llegó el momento en que no pude ver más. Se me acortó la visión y desde ahí para mí todo es blanco o es negro. No hay cosas que se muevan, bultos, sombras, colores. No hay nada”, aclara.
La oscuridad es luz en los cuerpos que no pueden distinguir colores, en ojos que fueron apagados por el capricho del destino. La oscuridad no genera miedo en los valientes que leen el corazón y saben sobreponerse a las injusticias.
El ciclista y vendedor asegura que nunca pudo ver bien y que siempre se sintió “como un tipo ciego, porque todo lo hacía tanteando”.
Ciego rehabilitado
Tejada dice que a los jóvenes que son ciegos los alienta “a salir, porque hay que romper los miedos que uno tiene y desenvolverse como cualquier otra persona. Se nos ha ido la vista, pero tenemos los brazos, las piernas sanas. La mente sana. Y los otros sentidos, como el tacto y el oído, que se nos desarrollan más al faltarnos la vista”.
“Ser ciego rehabilitado es manejarse solo. Andar en la vida sin ocupar el tiempo de las personas que nos rodean, ya sean hijos, esposa u otros familiares. No puedo pedir que me lleven a algún lugar, que me cambien la ropa. Por ahí la gente me puede ayudar a cruzar la calle. Pero si no pueden, la cruzo solo. Con mi bastón voy a todos lados”, explica con valor.
“TODOS LOS DÍAS ME LEVANTO Y LE AGRADEZCO A DIOS POR PODER TRABAJAR. ES MUY LINDO ESTAR VIVO”
Tejada, el hombre jachallero que vivió en Albardón antes de ir a Chimbas, hace 20 años que se le apagó la luz para siempre. No nació con chapa de campeón, dice la canción de La Vela. Pero él está iluminado en su oscuridad.
Entonces nada hacia su ventaja de poder soñar. La “normalidad” lo acusa de haber atravesado los límites imaginados. Pero a la “anormalidad” la equilibró con esa fuerza interior que también transforma sus piernas en pistones arriba de una bicicleta que vuela, orgullo para los sanjuaninos. Alfredo lleva la chispa de saber jugar ese juego más bonito que es vivir.
Alfredo Tejada entrega su estilo de vida como un mensaje para los demás, siempre positivo: “Uno tiene que proponerse metas y cumplirlas. Todos los días me levanto y le agradezco a Dios por poder trabajar. Es muy lindo estar vivo y tener personas que se juegan por uno. Por esa gente uno tiene que seguir viviendo. Y por uno mismo”.
“Hay cosas muy lindas en la vida, como formar una familia, hacer un deporte, sentirse sano. La vida es muy bella, y es muy sana”, concluye el ángel de la bicicleta, que ya ganó la vuelta de la vida.
Info y Fotos: Telesol Diario
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