En su rostro porta las marcas del sacrificio, aquellas madrugadas desoladas en Médano de Oro, cuando salía de su casa para cumplir con la cosecha de uva. Tiene el recuerdo intacto y agradecido de lo mucho que le costó comprarse la primera bicicleta para poder cumplir con su sueño de ser ciclista. Y como buen sanjuanino, el deporte de las dos ruedas le fluye por sus venas. Lejos de la trascendencia del eslovaco Peter Sagan o belga Remco Evenepoel, Sergio Aguirre es un verdadero prócer de la Vuelta a San Juan. A los 43 años, y con 22 participaciones, es el ciclista que más presencias tiene en la tradicional competencia. «Es un orgullo portar ese récord, pero los próceres son otros», lanza Sergio, apenas comienza el diálogo con LA NACION.
Su trayectoria deportiva es la de un verdadero outsider del ciclismo. Desde su debut en 1997 hasta la actualidad sólo estuvo ausente en la edición 2017 de la Vuelta. «No participé porque creí no estar a la altura de los monstruos que vinieron ese año. Por suerte me preparé y me di el lujo de correrla tres veces más», recuerda Aguirre. Si bien los mejores pergaminos de su carrera los obtuvo en vueltas locales y nacionales, su condición de rodador nunca le permitió sobresalir a nivel internacional. Lo suyo siempre fue sacrificar su talento al servicio del equipo. Algo que en el primer nivel del ciclismo es tan valorado como los logros que alcanzan las figuras.
La historia de Aguirre sabe de privaciones y de cambios. Pero también de sacrificios y de lucha. Hijo de padres jornaleros, heredó la pasión por el ciclismo viendo y escuchando por radio distintas pruebas locales. A los 14 años pudo comprar su primera bicicleta y comenzó con su travesía de ciclista. Pero recién a los 18, cuando comenzó a formar parte del equipo Municipalidad de Rawson, lo tomó con mayor responsabilidad y entendió que podía ser una manera digna de ganarse la vida, luego de probar en cosecha de vid y de hacer changas de albañil. «En San Juan todos queremos ser ciclistas y no sabemos por qué. Es una pasión», comenta Sergio, que dedica gran parte de sus días a enseñar ciclismo en una escuela de iniciación deportiva en el municipio de Rawson, a 7 kilómetros de la capital cuyana.
El amor que Aguirre siente por el ciclismo se lo trasladó a sus dos hijas, Maribel, de 20 años, y Ludmila, de 16. Ambas son integrantes de seleccionados nacionales y tienen mucho futuro: la mayor es campeona sudamericana de mayores de pista y ruta, y la menor es campeona juvenil nacional en pista. «No tengo dudas de que ellas van a llegar más lejos que yo. Tienen el plus de tener un padre ciclista que les reforzó la pasión por este deporte y las acompaña a todos lados», se ilusiona Sergio, quien está casado con Rosana Mangue, una periodista y relatora de ciclismo conocida en San Juan.
Más allá de que integró otras escuadras sanjuaninas, gran parte de los 30 años que tiene su carrera ciclística transcurrieron en el equipo de la Municipalidad de Rawson, donde actualmente es el entrenador y capitán. Su primera participación en la Vuelta fue en 1997, cuando el sanjuanino Eduardo Mulet se adjudicó el primer lugar del podio. «Nunca me cansé de correrla. Uno siempre espera el postre de la temporada, que es la Vuelta. Siempre se corre porque se vive diferente, se disfruta. El resultado es personal. Y más desde que es internacional y vienen figuras», comenta Sergio, que tiene como ídolo a Juan Carlos Ruarte, un sanjuanino que brilló en las décadas del 70 y 80.
En la presente edición, Aguirre está ubicado en el puesto 100° de la clasificación general, a 19m14s del belga Remco Evenepoel. Sin embargo, eso lo tiene sin cuidado: por su mente sólo está disfrutar la última gran prueba de su carrera deportiva. Su retiro es un hecho. «Es un gran lujo terminar mi carrera de esta manera. Estos días los estoy disfrutando porque será la última gran competencia que correré. En mayo ya tengo decidido que me retiro. Lo venía pensando desde el año pasado y dije que esta temporada era la última. Y así será», apunta Aguirre, que admira lo que viene haciendo el español Oscar Sevilla, el corredor más veterano de la Vuelta, con 43 años.
A Sergio el ciclismo le corre por las venas. Más allá que dejará de correr profesionalmente con el equipo, sabe que nunca se alejará del deporte. Sus nuevos planes son acompañar a sus hijas y seguir formando futuros ciclistas en su escuelita de iniciación deportiva. «Correr da satisfacciones, pero formar ciclistas es hermoso. Me encanta trabajar para que el deporte sigue creciendo en la provincia», comenta Aguirre, quien no duda en mostrarle admiración al joven Evenepoel que este domingo puede coronarse como campeón de la Vuelta a San Juan. «Es un animal, tiene dos motores en cada pierna. Ojalá algún día en Argentina salga un ciclista así. Acá tenemos mucho material humano, pero carecemos de apoyo para que exploten», sentencia, ilusionado, Sergio, un gregario de lujo del ciclismo nacional que entró en la historia grande de la Vuelta a San Juan.
Info: La Nación
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