Los amantes del ciclismo (ahora es buena época para ellos) lo tienen enmarcado en letras de oro. Un Miguel Indurain superlativo protagonizó una de las gestas más recordadas del ciclismo, cuando consiguió doblar al entonces campeón mundial Lance Armstrong en una contrarreloj en el Tour de Francia de 1994, hace ahora 25 años.
Aquella proeza, sus cinco títulos consecutivos en la competición gala o sus dotes como uno de los mejores deportistas españoles de todos los tiempos, todo forma parte de la leyenda que sigue siendo hoy.
Sin embargo, el ciclista navarro vive un día a día prácticamente anónimo. Sigue viviendo en la misma zona, casado con su esposa de siempre y casi tan pegado al ciclismo como el primer día, aunque ahora desde otro ángulo completamente distinto al de un deportista de élite.
«¿Qué hace ahora Indurain, qué es de su vida?», le preguntaba no hace mucho un periodista. «Pues haciendo eventos, relaciones, publicidad, negocios… y voy marcando el ritmo de lo que hago». «Tuve una época de comentarista, estuve en la federación, en varias cosas similares pero no me gustaba. Lo que me gusta es andar en bici que es lo que me gustaba de pequeño y ahí es donde he encontrado mi hobby», le respondió.
Y efectivamente. Miguel Indurain está fuera del foco por propia iniciativa, lo que no significa que tenga la agenda ociosa. Un día participa en una marcha ciclocturista, otro en un evento del Santander, otro se deja hacer un reportaje pedaleando por la sierra de Madrid y al siguiente organiza él su propia carrera, La Indurain, que será el sábado en Villava. Hoy, cuando cumple 55 años, vive uno de sus mejores momentos desde que dejó la competición.
Siempre, Marisa
De su mano, siempre, Marisa López de Goicoechea. Ella ayudó al deportista a mantener los pies en la tierra, tal y como revela una de las mejores biografías que se han escrito sobre el ciclista.
En ‘Indurain’, Alasdair Fotheringham explica que Marisa siempre se mostró decidida a preservar su vida privada de la locura desatada en torno a su marido. «Nunca ha concedido una entrevista a la prensa y solo se la ha visto en las carreras de tarde en tarde», explica el periodista. «Nacida en el País Vasco en 1964, Indurain y ella se conocieron en las celebraciones posteriores a la carrera ciclista que tradicionalmente cerraba la temporada, la subida al Txitxarro, en 1988. Intimaron cuando ella empezó a trabajar en las oficinas de la Clínica Universitaria de Navarra, donde Miguel acudía a someterse a chequeos médicos». Marisa, por cierto, también pedalea.
Marisa y Miguel se casaron en noviembre de 1992 en una iglesia de Pamplona, tras haber ido a visitar al Papa, por cierto. De esa unión nacieron tres hijos, hoy mayores.
Miguel Indurain Jr apuntó maneras durante un tiempo, pero dejó el ciclismo profesional y estudió Administración y Dirección de Empresas. Ahora reside en Palma de Mallorca, donde trabaja en un negocio relacionado con el ciclismo. El mediano, Jon, estudia lo mismo que su hermano y lo compagina con trabajos esporádicos y con la práctica del balonmano. La niña, Ana, también practica balonmano.
Dos empresas
La familia mantiene su residencia entre Pamplona y el pueblo navarro de Alzuza, donde a Miguel Indurain le gusta salir de caza. Oficialmente, el ciclista se dedica «a sus inversiones», de las que jamás ha trascendido nada. En el registro mercantil su nombre aparece vinculado a dos empresas. Por un lado, es administrador único de Miguel Indurain y Cia, una sociedad comanditaria que se constituyó en 1992 y que se define como una agencia de publicidad. Además, Indurain también es administrador de Electra Laber SL, una empresa dedicada a la promoción inomobiliaria gestionada por dos hermanos.
Además, Miguel Indurain lidera la fundación que lleva su mismo nombre. Este año, la entidad ha becado a 152 deportistas por los resultados obtenidos en 2018. En 2016, el Gobierno de Navarra inició los trámites para modificar el carácter privado de la Fundación Miguel Indurain y desde entonces tiene carácter público y depende de ellos. Su objeto principal sigue siendo «promover el desarrollo del deporte de alto rendimiento», para lo que ahora cuenta con fondos públicos.
Cuando se le pregunta al ciclista si echa de menos aquellos tiempos, siempre responde con una mezcla de sensaciones. Valora aquellos días «con cariño», pero reconoce que no echa de menos «nada» de entonces. «Tuve que entrenarme muchísimo, atender muchos compromisos y sacrificarme, pero convertí mi afición en mi profesión. Disfruté de emotivos y grandes instantes. Estuvo muy bonito. Y ahora trato de compensarlo y pasar más tiempo con los míos».
Info: El Confidencial
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